Artículos Varios

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La "manía" del crecimiento

"Habría tantas oportunidades para perfeccionar el arte de vivir si las mentes dejasen de enfrascarse en el arte de medrar" (John Stuart Mill)

Malthus criticaba a los economistas por no considerar el crecimiento de la población, Marx por omitir la desigualdad y la lucha de clases, Keynes por ignorar la incertidumbre ante el futuro y la posibilidad de una insuficiente demanda agregada para generar pleno empleo.

Los nuevos economistas se han esforzado por subsanar las deficiencias señaladas por esos críticos.

En todos los casos la solución ha sido la misma: propugnar por un mayor crecimiento económico.

A los malthusianos y neomalthusianos, los economistas responden que "los países ricos tienen tasas de natalidad más bajas que los pobres, por lo tanto, el problema demográfico se resolvería automáticamente mediante un mayor crecimiento económico en los países en desarrollo ofreciéndoles mercados más grandes para la exportación y mayor capital para la inversión".
A los marxistas y neomarxistas, los economistas responden que "la pobreza desaparecería con un mayor crecimiento; si los pobres mejoraran en términos absolutos, sería suficiente.... no debe envidiarse la posición relativa de los ricos.

La desigualdad no justifica la lucha de clases, pues la desigualdad ofrece incentivos benéficos para el crecimiento y en última instancia redunda en beneficio para los pobres.

Una marea ascendente eleva a todas las embarcaciones, ya sean lanchones de basura o barcos de lujo".

A Keynes, los economistas argumentan, igual que los keynesianos y postkeynesianos, que "el fomento de las inversiones aumentaría la demanda agregada y proporcionaría pleno empleo. Las inversiones significan crecimiento y mayor capacidad productiva a futuro. Eso es benéfico porque el crecimiento nos hace más ricos, mitiga nuestras angustias e incertidumbres acerca del porvenir, nos alienta a consumir e invertir más, fomenta la confianza, la demanda total y el empleo".

Ante este formidable consenso que apoya el crecimiento, aparecen ahora los economistas ecológicos que impugnan a los tradicionales.
Les critican su "manía" por el crecimiento, es decir, por no tomar en cuenta los límites ambientales y sociales que éste implica.
El crecimiento, la panacea del pasado, se está convirtiendo rápidamente en la pandemia del presente.

Los economistas dedican tanta atención al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) que lo confunden con "crecimiento económico".
No admiten la posibilidad de que el crecimiento pudiera ser "no económico".
No admiten la posibilidad de que lo que crecer nos cuesta en términos de costes ambientales y sociales puede superar el valor ganado medido como beneficios obtenidos de la producción.

Esto nos hace más pobres y no más ricos, por lo que debería denominarse "crecimiento no económico".

Tal como lo analiza Manfred Max Neef, existen pruebas empíricas convincentes de que algunos países del Norte entraron ya en una etapa de crecimiento antieconómico.

Pero... ¿cómo se puede eliminar la pobreza si no es a través del crecimiento?
La respuesta es evidente aunque para muchos sea desagradable:
La Redistribución.

El Control Poblacional

El Aumento de la Productividad de los Recursos Naturales.

Se considera que los dos primeros, la redistribución y el control poblacional, son políticamente imposibles.

El tercero, es decir, mejorar el aprovechamiento de los recursos naturales, es apoyado hasta que se reconoce que los mayores niveles de productividad, insumos de mano de obra y capital se lograron a través del uso "inconsciente" de recursos.

Esto parece un precio bajo como pago por la reducción de la lucha de clases entre la mano de obra, el capital y la compra de la paz industrial.
Pero ese costo aumenta y se transfiere a las generaciones futuras, así como a las demás especies de cuyos hábitats la humanidad se apoderó.
Además de emprender los esfuerzos técnicos para aumentar la productividad de los recursos, reducir la pobreza requeriría también enfrentar las cuestiones morales relativas a la distribución de los ingresos y el control de la población.

La manía por el crecimiento representa el intento de dar vueltas a estos problemas morales mediante soluciones técnicas, sin tener que examinar de nuevo a Malthus, Marx o Keynes.

El subsistema económico, a medida que crece físicamente, también debe desarrollarse en relación con el ecosistema del cual forma parte.
Mientras más crezca el subsistema (proporcionalmente) dentro del sistema general, más debería ese subsistema tender a dejar de crecer, de aproximarse al no crecimiento, hacia la delimitación material y la dependencia del flujo solar como principal fuente de energía.
La orientación del progreso económico debería cambiar del crecimiento cuantitativo al cualitativo e iniciar una etapa de desarrollo sostenible, una economía estable o una "condición estacionaria" de la población y el capital, si usamos el concepto clásico de John Stuart Mill.
"La condición estacionaria del capital y de la población -decía- no implica el estado estacionario del mejoramiento humano. Habría tantas oportunidades para todo tipo de mentalidades culturales, para el progreso moral, social, para perfeccionar el arte de vivir si las mentes dejasen de enfrascarse en el arte de medrar". La humanidad debería olvidar la manía por el crecimiento y comenzar a considerar la visión de Mill como base del desarrollo sostenible.

Por Herman Daly.


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