Artículos Varios

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Por una información veraz (I)


A pesar su enorme variedad, los mayoría de los medios de comunicación
informativos coinciden en su pretensión de que lo que nos cuentan es
la verdad, o al menos su verdad, y en que su intención es informarnos
de la realidad. Para ello se valen en su ejercicio profesional de las
prácticas generalmente consideradas correctas destinadas a recabar
información objetiva. Entre ellas figura el uso y presentación de
estadísticas de diverso origen, principalmente de fuentes públicas
oficiales, empresas de muestreo de opinión e instituciones privadas
de prestigio. El uso predominante hoy en día de la estadística
para transmitir contenidos informativos está fuera de toda discusión.
Es algo que se ve a diario.
Sin embargo, bajo ese aparente barniz de realidad objetiva y
matemática se esconde una trampa a la cual los medios dedican pocas
líneas y casi ningún titular a denunciar. Quizás denunciar no sea la
palabra adecuada ya que bastaría con "explicar". No hace falta ponerse
a la contra, sino sólo exigir que también se haga hincapié en un
aspecto clave de las estadísticas, o mejor, de la Estadística.
Antes de enunciar la idea explícitamente, un relato ilustrativo a modo
de pequeño experimento mental.
Un estadístico es básicamente una persona que reúne a un número
suficientemente grande de sujetos individuales para conseguir una
población. Esta población está compuesta de muchos sujetos enormemente
variados y distintos los unos de los otros, pero es una sola
población. En el mundo real no se puede y muchos no la admitirían
abiertamente, pero a los estadísticos les encantaría encerrar sus
poblaciones en una sola habitación para poder estudiarlos realmente
bien. En nuestro experimento mental sí podemos hacerlo y lo vamos a
hacer.
Nuestro estadístico tiene ahora a una población encerrada en una
habitación. Esta población podría ser pequeña, de unos pocos sujetos
como en algunas pruebas de medicamentos especiales, o bien esta
población podría ser enorme, como un país o el mundo entero. El tamaño
importa poco y variará según las circunstancias y los objetivos, pero
están todos encerrados en una habitación imaginaria.
Al estadístico lo que le interesa es saber algo sobre cada uno o el
total de individuos que componen la población. Por eso los reúne, les
pregunta cosas y mide diversas variables. Al final, cuando ha recabado
todos los datos saca conclusiones, unos números concretos y unas
categorías precisas, mediante sofisticados cálculos matemáticos. Toda
la enorme variabilidad queda resumida en unos pocos indicadores.

Los indicadores son el alimento de los medios de comunicación.
Mediante su uso pretenden enseñarnos lo que nos resulta difícil
conocer y ponerle casi nombre y apellido. Algo que antes no teníamos
claro hemos averiguado la manera de entenderlo. Son muy poderosos los
números y las cifras.
En cualquier caso, y volviendo a nuestro experimento, el estadístico
ya tiene sus indicadores y sus conclusiones. Repentinamente, un
pensamiento le acecha. Mira fijamente a la puerta de la habitación
donde tiene encerrada a su población, a todos esos sujetos. Pulsando
un botón, la puerta se abre y al instante sale uno de los sujetos. Es
uno cualquiera, completamente al azar. Lo mira atentamente y se da
cuenta realmente de que no sabe nada, absolutamente nada de ese sujeto
concreto. Siente la profunda certeza de que lo único que sabe hacer es
calcular su "indicador", el cual le dice mucho de su población pero
sólo suposiciones sobre los sujetos. Repito: sólo suposiciones. Lo
que el estadístico sabe de cada uno de sus sujetos gracias a sus
indicadores son sólo suposiciones, rigurosas, pero siempre suposiciones.
Y esto lo dice la propia ciencia estadística.
Esta es la trampa de las estadísticas. Sabiendo todos a ciencia cierta
que son sólo suposiciones, las aceptamos como certezas. Y el problema
se agrava cuando cada medio lanza sus propios números y gráficos. A
base de objetividad no se consigue más que subjetividad. La verdad
permanece oculta bajo las cifras.
Los medios no dedican suficiente atención a este fenómeno. Se valen de
la estadística para sus intereses particulares y olvidan mencionar con
suficiente énfasis, lo cual equivale en la práctica a ocultar, las
limitaciones de los números, las cifras y los gráficos. Por supuesto
que son útiles, pero es muy necesario saber que para ciertas cosas no
sirven y que nos pueden confundir en vez de esclarecer. Y los medios
de comunicación ya han tomado partida por la confusión.

Por Bosco Gámiz.



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